Buenos Escritores, Mejores Lectores
La modalidad del taller en la clase de literatura.
Por María José Schamun , Profesora de Español
Asociación Escuelas Lincoln Buenos Aires, Argentina
“El arte de contar historias (`contar’ en el sentido de `dar cuenta de’, más bien que en el estricto sentido de `narrar’) es un constructo cultural de gran rendimiento didáctico, en especial en los años de iniciación al mundo de los adultos. Una historia bien contada es un potente instrumento de comprensión y de interpretación del mundo (…). Cuando reflexionamos -y hacemos reflexionar a nuestros alumnos y nuestras alumnas- sobre los modos de contar historias, estamos reflexionando sobre nuestro modo de entender el mundo, y estamos también aprendiendo algo sobre nosotros mismos y sobre nuestra relación con la realidad”
“La construcción de la trama: modelos para armar” de Elías García Domínguez
En la actualidad, la enseñanza de la literatura en la escuela media se desarrolla a partir de la “concepción de la literatura como un conjunto de textos, acrisolados por la tradición, con marcas formales bien definidas, [lo cual] impide su contemplación –más allá del formalismo- como un uso determinado de cualquier tipo de discurso en circunstancias de comunicación específicas” (B. D. Coto, 1994). Si pensamos como Bruner que “la educación es la principal encarnación del modo de vida de una cultura y no simplemente una preparación para ella” (J. Brunner 1997: 31) podemos plantear prácticas en la escuela que estén alineadas con las prácticas sociales.
Con el objetivo de lograr que los estudiantes comprendieran la literatura en diálogo con el momento histórico en el que surge y valoraran de manera más personal y eficaz los procedimientos de los escritores y que hacen de esos textos, elementos valiosos de la cultura, desarrollé un proyecto en el cual los estudiantes pudieran experimentar la literatura desde su creación hasta su apreciación estética e ideológica. Este proyecto se basa en la creencia de la creatividad es “un logro basado en las habilidades ordinarias que todos comparten, y que se alcanza gradualmente mediante adquisición de un nivel cada vez mayor de experticia por medio de la práctica” (O. Klimenko, 2008: 196).
Por este motivo y con todas estas ideas en mente, me acerqué a mi clase de noveno año (estudiantes entre 14 y 15 años) con la firme intención de saber qué pensaban ellos del mundo que los rodeaba. Para eso, les di una pluma y un papel (o, su émulo: un documento de Google).
El proyecto constó de dos fases: la primera se abocó a familiarizar a los chicos con las distintas tramas textuales (descripción, narración, explicación, exposición, argumentación y diálogo). Para eso, los estudiantes desarrollaron actividades de reconocimiento y de producción que incluyeron la lectura de entradas de enciclopedia, de diccionario, de cuentos cortos, de ensayos y de entrevistas. En cada uno de estos textos, los chicos reconocían las características de las diversas tramas textuales y su función primordial relacionándola con el objetivo del texto mismo. Las tareas de producción incluyeron la transformación de un texto en otro con distinto objetivo, la creación de exposiciones sobre animales irreales, la descripción de objetos cotidianos como si fueran desconocidos, entrevistas a personajes famosos, la creación de noticias periodísticas, etc. En una segunda parte de esta fase, los chicos abordaron la lectura de una novela y pudieron identificar ciertas tramas textuales reconociendo la función que cumplían en la narración (introducción y caracterización de personajes, identificación de espacios, creación de suspenso o tensión, etc.).
La segunda fase del proyecto se dedicó a la utilización de esas tramas en la creación de un texto colectivo donde los estudiantes pudieran plasmar sus propias ideas sobre el mundo. Las clases de Español se dividieron en grupos de dos y tres estudiantes que debían escribir cada uno, un capítulo de la novela. Debido a que el texto tenía que poseer cierta coherencia se les entregó en un documento de Google Drive el marco (el momento, el lugar y los personajes), el conflicto y hacia dónde debía orientarse la resolución del conflicto. En base a estos parámetros, los estudiantes escribieron en un documento de Google, los capítulos de la primera parte de la novela. A este primer bosquejo tuvieron acceso sus compañeros con el fin de comentar sobre las estrategias que se habían puesto en práctica en la narración. Los comentarios pusieron el énfasis en la efectividad con que fueron usadas las tramas textuales para generar cierto ritmo narrativo, para presentar a los personajes y para generar tensiones o suspenso que mantuviera al lector interesado en la lectura; así como en la lógica del uso de los tiempos verbales. De este modo, los estudiantes pasaron de ser escritores a lectores y otra vez escritores cuando, al volver a sus capítulos, tomaron los comentarios de sus compañeros y los interpretaron para poder pulir su propia escritura.
La última etapa del proyecto comprendió un trabajo intensivo de escritura: los estudiantes pensaron en conjunto de qué manera debían resolverse los conflictos planteados por la trama hasta la mitad de la novela. Se creó un documento compartido en el cual se fueron volcando las ideas sobre los procesos que pasarían los personajes e ideas sobre la resolución final. En base a este documento se les asignó a los grupos una parte de la trama y ellos escribieron el capítulo (esta vez, sin la guía escrita que les había dado al comienzo sino con las ideas de sus propios compañeros al respecto).
Para la corrección de esta segunda parte, les asigné un grupo “veedor” a cada capítulo, así que sólo dos o tres estudiantes verificaron la efectividad de la escritura de sus compañeros. En este momento del proyecto, la actividad de los alumnos se desarrolló en varios aspectos de la lengua al mismo tiempo: la efectividad del uso de los recursos lingüísticos, la interacción entre las tramas textuales y su capacidad de crear un ritmo, la coherencia en el desarrollo de los personajes y también la correcta aplicación de la gramática y la ortografía. Es así como al finalizar esta etapa, estaba también terminada la segunda fase del proyecto.
El producto final fue una novela de ciencia ficción donde los estudiantes pudieron plasmar sus ideas sobre la relación de los adolescentes con las generaciones mayores (ya que así comenzaba la trama que yo había planteado) y sus miedos y esperanzas sobre la capacidad de los seres humanos de cuidar y preservar el planeta.
Los contenidos que se trabajaron fueron conceptuales y sociales así como también se trabajó el desarrollo de valores morales.
Los contenidos conceptuales fueron: las tramas textuales, el uso de las tramas en la generación de una narración atractiva, la coherencia de los tiempos verbales en la narración, las características de la ciencia ficción.
Los contenidos sociales fueron: la relación de la literatura, como campo del quehacer humano, con la sociedad en la cual surge; la escuela como lugar de inclusión en las prácticas sociales (y no como introducción a las mismas), el conocimiento como construcción y elaboración permanente.
Los valores puestos en práctica fueron: el respeto por las ideas ajenas, la búsqueda de un punto de coincidencia entre el otro y yo, la noción de que aún con nuestras diferencias formamos un todo heterogéneo, la idea de que nuestras diferencias nos hacen más fuertes si ponemos en práctica la tolerancia, la comprensión y la inclusión de esas diferencias.
Conclusiones
A lo largo del proyecto los estudiantes fueron manifestando diferentes actitudes respecto de la labor literaria que les permitió apreciar las dificultades y las ventajas de la creación literaria. Al acercarse a textos que debían desarrollar ellos mismos, se logró que los estudiantes valoraran de manera más personal y eficaz los procedimientos que los escritores utilizan y que hacen de esos textos, elementos valiosos de la cultura.
Bibliografía:
Coto, B. D. (1994): “Creatividad distribuida y otros apoyos para la educación”. Signos. Teoría y práctica de la educación, nº 11, editada por el Centro de Profesores de Gijón, enero-marzo de 1994. Disponible en http://www.revista-abaco.es/content/149-que-es-un-taller-literario
Bruner, J. (1997): La educación, puerta de la cultura. Madrid: Visor.
Klimenko, O. (2008): “La creatividad como un desafío para la educación del siglo XXI”. Educación y Educadores, Vol. 11, Nº 2, 191-210.
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